Muchos de nuestros recuerdos están
unidos al tiempo de la niñez. En "En busca del tiempo
perdido" Marcel Proust presentaba en siete volúmenes la infinita
infancia revivida tras el mordisco de una magdalena. Los Tilos de Moya forman
parte de la memoria de los que tienen más de cuarenta años en Gran
Canaria. Riadas de niños bajaban de las guaguas para disfrutar de aquel
bosque húmedo, de aquella abundancia de agua tan escasa en nuestra isla.
Afortunadamente alguien en el Cabildo, o fuera de él, recopiló los
argumentos suficientes para frenar aquellas excursiones. De la noche a
la mañana Los Tilos fueron cerrados a cal y canto. Fue como guardarlos
bajo llave para dejarlos a las futuras generaciones.
En
parte, el turismo rural también piensa en la isla que seremos dentro de
unos años. Guardar los paisajes, los campos y los rincones de la isla
requiere que acumulemos argumentos frente a los que quieren acabar con
todo, para los que el campo no es más que el recuerdo tras una
magdalena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario