viernes, 21 de junio de 2013

LOS TILOS DE MOYA

Muchos de nuestros recuerdos están unidos al tiempo de la niñez. En "En busca del tiempo perdido" Marcel Proust presentaba en siete volúmenes la infinita infancia revivida tras el mordisco de una magdalena. Los Tilos de Moya forman parte de la memoria de los que tienen más de cuarenta años en Gran Canaria. Riadas de niños bajaban de las guaguas para disfrutar de aquel bosque húmedo, de aquella abundancia de agua tan escasa en nuestra isla. Afortunadamente alguien en el Cabildo, o fuera de él, recopiló los argumentos suficientes para frenar aquellas excursiones. De la noche a la mañana Los Tilos fueron cerrados a cal y canto. Fue como guardarlos bajo llave para dejarlos a las futuras generaciones.
En parte, el turismo rural también piensa en la isla que seremos dentro de unos años. Guardar los paisajes, los campos y los rincones de la isla requiere que acumulemos argumentos frente a los que quieren acabar con todo, para los que el campo no es más que el recuerdo tras una magdalena.

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